LA LECCIÓN DEL PEQUEÑO CONTENEDOR

Roger-Luc Chayer

Mi pequeño contenedor Rubbermade se sacrificó hace unos días para enseñarle a un deslizador las reglas de los pasos de cebra en Quebec. Queriendo cruzar la rue Alexandre-de-Sève últimamente, usé, como es debido, el paso de cebra a mi disposición. Un primer vehículo que viene de mi izquierda se detiene como exigen las normas de seguridad vial de Quebec, avanzo y llego a la mitad de la calle, otro vehículo que viene de mi derecha llega a toda velocidad (alrededor de 50 en una zona de 30) y me ignora totalmente, poniendo mi vida en peligro. Llegó a mi altura, no solo no se detiene, mira al frente sin darse cuenta de que yo estaba allí…

Luego retrocedí dos pasos y mientras le gritaba un « HEY » que no podía ignorar, le lancé mi contenedor Rubbermade vacío, que golpeó la ventana del lado del conductor. Fue solo entonces que el conductor de poco más de veinte años se detuvo, insultado porque le habían arrojado algo a su automóvil. Enojado, me pregunta “¿por qué hiciste eso? “, y le explico, alzando la voz, que me había ignorado cuando había un paso de cebra que también ignoró por completo. Luego me pregunta dónde estaba el paso de cebra y le señalo las franjas amarillas detrás de su vehículo y el cartel en la acera que indica el paso.

Él responde que no lo había visto, pero que es un ser humano y que no debe ser tratado así. Ah bueno?, le digo!! Y me dice que tengo suerte de que su ventana no esté rota. Entonces ahí le expliqué exactamente la situación en buen canayen! Si le hubieran roto la ventana, se habría puesto en contacto con la policía que habría venido a comprobar que había violado un paso de cebra mientras cruzaba un peatón. Multa enorme, verificación de licencia, registro y seguro. ¿Y qué tan rápido iba? Me pregunta ¿cómo iba a demostrarlo?

Apunto la cámara de vigilancia justo delante de él, por lo que multa o suspensión de la licencia y embargo del vehículo por exceso de velocidad. Fue allí donde el encantador caballero se puso amarillo y se dio cuenta de todas las implicaciones de no respetar el código de seguridad vial que obliga a los automovilistas a velar por la seguridad de los peatones. Bajó la voz y se disculpó por no verme. Acepté su disculpa y se fue mucho más tranquilo. Y yo, tuve la sensación del deber cumplido en la información. Para mi vasija Rubbermade, se llevó a cabo una ceremonia conmemorativa al día siguiente. ¡A la basura!